Saturday, May 23, 2009

¿Quién es el pueblo?

Si hubiera tenido que escoger el lugar de mi nacimiento, habría escogido una sociedad de grandeza limitada por la extensión de las facultades humanas, es decir, por la posibilidad de ser bien gobernada, y en la que, bastando cada cual a su empleo, nadie hubiera estado obligado a encomendar a otros las funciones de que estaba encargado; un Estado en el que, conociéndose todos los particulares entre sí, ni las maniobras oscuras del vicio, ni la modestia de la virtud hubieran podido sustraerse a las miradas y al juicio público, y en el que el dulce hábito de verse y conocerse, hiciera el amor a la patria, el amor por los ciudadanos, antes que el amor por la tierra.[1]

El devenir otro de la política en la actualidad, trajo consigo diferentes cambios en la forma de conceptualizarla, pero sobre todo en la misma forma en que sus dinámicas se llevan a cabo; el descentramiento de la política, ha provocado la inserción de nuevos y distintos actores, que con antelación no eran contemplados, lo anterior supone un problema de fondo, a preguntarnos directamente ¿a qué llamamos política en estos tiempos? Y con ello, hablamos también de los conceptos básicos en los que se enmarca la misma, como la libertad, igualdad, justicia, pueblo, entre otros.

El objetivo central de ésta polémica será centrarnos en la dinámica que ha adquirido la política, de la mano de Jacques Rancière supondremos una forma de conceptualizarla, criticando y radicalizando sus posturas, con el fin de dilucidar cuán viable es pensar a la política sin un telos o arkhé, tal como los clásicos y modernos solían hacerlo.

La problemática fundante de la política es la torsión incita que trae consigo la noción de pueblo, ya que éste se asume en democracia, como el principio cuantitativo mediante el cual el proceso tiene una vía posible de llevarse a cabo; centrándonos en un análisis cualitativo dilucidamos que al no tener ni virtud, ni riqueza, el pueblo se atribuye como propia la igualdad de todos los ciudadanos, ello le permite reconocerle la libertad a quienes no la poseen; esta última se convertirá en el medio por el cual, la parte de los sin parte, igualarán el medio de interlocución con lo establecido, no sólo a nivel discursivo, sino en las propias instituciones de la policía.

Por policía[2], entenderemos el conjunto de los procesos mediante los cuales se efectúan la agregación y el consentimiento de las colectividades, la organización de los poderes, la distribución de los lugares y funciones, y los sistemas de legitimación de esa distribución, es en su esencia la ley, generalmente implícita, que define la parte o ausencia de parte de las partes[3], en suma orden de lo visible y decible; lo anterior en contraposición total con la noción de política, es la actividad que tiene por principio la igualdad, el principio de igualdad se transforma en distribución de las partes de la comunidad[4].

Si bien la política estará ubicada en todos los conflictos de igualación de las partes sin parte, el litigio se basará en el desacuerdo[5] existente entre la policía y la política; todos estos procesos de igualación afectarán y serán el principio básico de disputa de la comunidad política, por la cuenta de sus partes, incluyendo las partes no contempladas.

Es así, como se instituye la comunidad de lo justo y de lo injusto, más allá del fin utilitario; con antelación lo mencionará Aristóteles, al hacer referencia a que el ser humano posee el logos y es uno de los puntos primordiales por los que se diferencia de los animales, ya que, a más de hacer sonidos de dolor o placer, los cualifica, dicho en otras palabras, rompe con el debate de lo justo y lo útil, allegándose así a una noción mucho más compleja, en la que el hombre dentro de la comunidad política, buscará la igualación de partes basándose en su concepción de lo justo.

Pero la existencia de los actores no constata el litigio entre partes, necesario para la existencia de la política, tiene antes que haber una lógica de igualación en conflicto con el orden policial; por ejemplo, no hay política porque los pobres se opongan a los ricos, antes bien, hay que decir, que es la política, la interrupción de los meros efectos de la dominación de los ricos, lo que hace existir a los pobres como identidad, es precisamente la distorsión, la que detiene el impulso de la corriente.

La lucha de clases comprueba el mecanismo por el cual se gesta la política, pero no sólo en ella se ve reflejada su acción, ya que habrá que contemplar, los diferentes movimientos en busca de igualdad ante el sistema policial; por lo tanto, podemos afirmar, que el conflicto político no se cierra a una desigualdad económica, sino a la misma institución de derechos y de legitimación discursiva de los mismos actores, de las partes de la parte y de las partes de los sin parte. Corroborando que una de los litigios fundamentales será, la cuantificación total de las partes del pueblo, en el que se ve limitada la cuantificación posible de la institución policial, al no contemplar las partes de los sin parte.

Es en estas circunstancias, cuando podemos polemizar el daño a la igualdad, puesto que por un lado tenemos una legitimación de la política en su búsqueda de la misma, pero por el otro, no podemos desconocer el dejo de igualdad inscrito en la propia dinámica policial, obteniendo así dos conclusiones, la política se afirma en la comunidad política con el afán igualitario, pero no le pertenece, logrando así una descentración clara, de la conceptualización cotidiana de la política, asumiendo su desfondamiento; radicalizando la postura, si la política se legitima únicamente con el litigio igualitario, ¿la no existencia del mismo anularía cualquier noción de política posible?, a sabiendas de que el desacuerdo esta sustentado en la propia institución del pueblo, siendo el que da cabida al origen del litigio; por el otro, el daño a la igualdad se valida con la propia disputa, sólo si convalidamos que hay una igualdad existente, ya que siempre las partes de la parte han sido contempladas, pero no de tal manera en que estén satisfechas las mismas, antes tendría que haber un proceso de desidentificación política.

El proceso de desidentifación política, es una subjetivación del lugar que me había colocado la institución policial, o el arrancamiento a la naturalidad de un lugar, con la apertura de un espacio de sujeto donde cualquiera puede contarse, porque es el espacio de una cuenta de los incontados, de una puesta en relación de una parte y una ausencia de parte. Por ejemplo, la consigna en diferentes mítines, cuando se hizo la protesta de Andrés Manuel López Obrador, en el momento en que estaba siendo sometido a un juicio de desafuero, por el cual ya no hubiera podido ser candidato, en el que las personas gritaban al unísono ¡Todos somos López!, asumiéndose como parte de los sin parte entre los posibles candidatos.

El caso particular más enigmático es la defensa de los derechos indígenas, a simple vista parece una insensatez, ya que esta por contado que son ciudadanos y como tal tienen derechos y obligaciones, pero debido a su condición socio-cultural, carecen de las ventajas de las que se sirve cualquier citadino, es por eso, que hubo la intención de elevar a nivel constitucional la defensa de sus derechos como un grupo desprotegido por parte del Estado de Derecho mexicano.

Sin embargo, podemos entender la voluntad política en estos términos, como el constante derecho a la revolución, pero ¿cual será el limite a la tolerancia de la diversidad? O en su defecto, la defensa a la intolerancia, lo inaceptable que puede ser la interlocución con grupos neonazis, por mencionar un grupo, puede dejar entrever un posible límite.

Pueblo no es más que la apariencia producida pos las sensaciones de placer y de pena manejadas por retóricos y sofistas, para acariciar o espantar al gran animal, la masa indistinta de la gente sin nada reunida en asamblea.[6]

Y sobre todo, en los procesos de igualación, no se esta contemplando la desigualdad de las propias capacidades en las personas, que a su vez forman grupos de disidencia política, pero en el fondo, no llegan en casos a ser más que personas incapaces buscando un lucro en la política, debido a su incapacidad natural de conseguirlo por otros medios.

Felicidad de dejarse llevar al mismo ritmo de un pueblo en marcha, de ser extranjeros sin serlo en un país dónde no hay más extranjeros que los enemigos de la felicidad humana.
Rancière, Jacques, Breves viajes al país del pueblo.

[1] Rousseau, Jean-Jacques, Sobre el origen y los fundamentos de la desigualdad entre los hombres, ed. Alianza, reimpresión 2003, Madrid, pág. 207; Dedicatoria a la República de Ginebra.
[2] Según el diccionario Espasa Calpe, buen orden que se observa en los cuidados y nociones, cuando se cumplen las leyes u ordenanzas establecidas para su mejor gobierno.
[3] Rancière, Jacques, El desacuerdo, ed. Nueva Visión, Buenos Aires, diciembre de 1997, pág. 44.
[4] Ibíd. Pág. 7.
[5] Por desacuerdo se entenderá, un tipo determinado de situación de habla, aquella en que uno de los interlocutores entiende y a la vez no entiende lo que dice el otro. El desacuerdo no es el conflicto entre quien dice blanco y quien dice negro. Es el existente entre quien dice blanco y quien dice blanco pero no entiende lo mismo o no entiende que el otro dice lo mismo con el nombre de la blancura. Ibídem. Pág. 8.
[6] Ibídem. Pág. 23.

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