Saturday, July 30, 2016
Bio
Synopsis In der Fremde (In the Unknown)
How can man stay attentive in reality? It is easy being brought from reality into other directions. We have many ideas about what happens in our reality. But if we live in the same world, how is it possible to have many different perspectives about it?
This film shows a day in a daily life of a watchman.
He finds a girl inside the tower while he was doing his daily round. It is not allowed to be there. But the girl thinks that she belongs to other reality where she is a praying mantis, which changes always reality through each movement.
The watchman insists on his attitude, because he lives in our world where the praying mantis is only a girl, which cannot change the order of things.
Attention is the keyword of this short film. Man changes itself even when man is not aware of it. The repetition of things works as naming, the definition of elements.
Sunday, February 20, 2011
En este momento
Saturday, February 12, 2011
Sí
Sobre la Modernidad
El 26 de abril de 1336, Petrarca subía al monte Ventoux, con el único deseo –escribe él-de ver la altura insigne del lugar; años antes es usada la figura del Ulises homérico por Dante Aliguieri en su Divina Comedia, para describir la obstinación del protagonista por conocer lo insondable del mundo a pesar de los peligros que ello provocaba, el riesgo que hay en el viaje a lo desconocido y la posibilidad de perder a Penélope, su esposa; Ulises es descrito en el infierno.
Tiempo después, Leonardo Da Vinci relata en su Fragmento de investigación de una cueva, “Llevado por la avidez de mis deseos, ansioso por ver esa multitud de formas diversas y raras producidas por el arte de la naturaleza, llegué, tras haber estado andando de un sitio para otro entre obscuras rocas, a la entrada de una gran cueva, ante la cual me paré maravillado, porque no sabía nada de ella. Con la espalda encorvada, la mano izquierda apoyada sobre la rodilla y protegiendo con la derecha la frente inclinada y arrugada, me adentré allí, escudriñando acá o allá, a fin de averiguar si podía reconocer alguna cosa. Pero me lo impedía la profunda oscuridad que en ella dominaba. Después de haber permanecido allí un buen rato, noté que surgían en mi dos sentimientos, el temor y el deseo; temor de aquella sombría y amenazante cueva, deseo de investigar si allá dentro habría algo maravilloso”.
La curiosidad sería, así pues, una especie de desenfreno compensatorio, que se procuraría, en los enigmas y secretos del mundo, un sucedáneo de lo que el hombre ha renunciado a alcanzar. A partir de ella puede entenderse el pacto que el deseo de saber hace con el diablo, que iba a convertir la figura de Fausto en la encarnación de la emancipación –vista aún bajo condiciones típicamente medievales- de la curiositas de los primeros tiempos de la Edad Moderna.[1]
De las primeras nociones que se tienen sobre el conocimiento en una primera instancia premoderna, son fundamentalmente conflictivas contra una realidad medieval que se planteaba como inconmovible; desde el Renacimiento encontramos el conflicto entre el conocimiento que surge de la interpelación directa con la realidad y las sagradas escrituras que son el medio por el cual se pretende asir la explicación del ser del hombre en el mundo.
En 1543 es publicada la principal obra de Nicolás Copernico De Revolutionibus Orbium Caelestium (Sobre el movimiento de las esferas celestiales), punto nodal en el entendimiento del hombre para con el cosmos, a su vez es el momento en el que el heliocentrismo irrumpe en el espectro racional del hombre, “Se tiene, por tanto, que sacar la conclusión de que la tierra no es el punto central al que puede referirse toda esa serie ordenada de cuerpos celestes, junto con sus movimientos, o no hay razón alguna para tal orden […] Esto demuestra de forma suficiente que el punto central de aquellos planetas (externos) hay que buscarlo, más bien, en el sol, y que ese centro es el mismo al que se refieren también las revoluciones orbitales de Venus y Mercurio”
Copérnico había llegado por inferencia al heliocentrismo, lo que Galileo tiempo después precisaría con herramientas técnicas –al usar el telescopio por primera vez en 1609, para ver las esferas celestes-, sobre la posición de la tierra y el sol.
El problema que develaba el surgimiento de un conocimiento basado en nociones eminentemente humanas no era menor, ya que dejaba a Dios un lugar secundario como principio explicativo, por lo que un autor como Nicolás de Cusa tuvo que explicar la inmanencia a partir de la transcendencia, dándole al Creador la posición del no-otro, en tanto que los seres humanos sólo somos capaces de crear o engendrar individuos de nuestra misma especie, el Creador par excellence es el que puede crearlo todo, el hombre serie uno de los seres –en contra posición al no-otro- destinados a ser precisamente lo que son, como imposibilidad de transcendencia por vía mundana.
La respuesta ante la crisis moderna no terminaría ahí, Nicolás de Cusa caracterizaría al Dios bíblico como ocultado en su transcendencia, lo que sería la condición de posibilidad de la fe, y para una posible revocación de su ocultamiento; justificando con ello, la limitación incita en el concepto de historia bíblico, la misma que sólo podría ser levantada por vía escatológica.
Logrando así, sustentar un concepto del conocimiento humano partiendo del ocultamiento de Dios y de la limitación del sujeto en relación a la inmanencia, la docta ignorancia será en palabras del Cusano una afirmación de que: “Uno es tanto más sabio cuanto mejor sepa que no puede saber esto”[2]. El transcender en lo que a sabiduría se refiere había sido explicado por Plotino en el siglo III, con tintes platónicos y en palabras de Blumenberg “de una vez por todas” así: “Así como el que quiera contemplar la naturaleza inteligible mira, sin ninguna representación sensible, algo que transciende lo sensible, así también quien quiera contemplar lo que va más allá de lo inteligible sólo lo verá una vez que haya abandonado todo lo inteligible, al saber mediante esto último, ciertamente, que aquello es, pero renunciando a saber lo que es”.[3]
La docta ignorancia y la posibilidad del conocimiento sobre lo “inteligible”, son el fundamento para que el sujeto sea capaz de conocer lo insondable del mundo, Nicolás de Cusa nunca supo el bien que le hacía al pensamiento moderno, ya que él es de los últimos en explicar de manera sistemática con herramientas teológicas, el que el hombre haya mordido la manzana del árbol del conocimiento, en otras palabras, la emancipación del sujeto.
Será con Giordano Bruno cuando se haga definitivo el cambio de perspectiva, el mundo sería visto menos como ocultamiento, que como agotamiento divino, asume la posibilidad de que Dios se haya agotado hasta vaciarse en su creación; a su vez, Bruno haría uso de la teoría copernicana del universo para declarar lo infinito del universo, por lo mismo de la inmanencia –en contraposición a la transcendencia, explicada en sus términos por el agotamiento divino- y la eliminación de la ilusión de la existencia de un punto central en el universo, como en el tiempo.
La razón[4] sería una magnitud interna al mundo, integrada en leyes más generales del proceso de la naturaleza y que no hay forma de estabilizar.[5] Pero la razón no es la única que se inserta como magnitud interna en la Edad Moderna, desde la autoconciencia de un sujeto pedestremente emancipado, surge la magnitud temporal, entendiendo al tiempo no solamente como la continuidad de un progresivo enriquecimiento de un repertorio de hechos, sino como la distancia entre distintos puntos de vista teoréticos […] en algo considerado hasta entonces como eterno e invariable.[6]
Es con René Descartes cuando la modernidad ha entrado de lleno en la realidad humana, parte de la idea de un sujeto consciente, racional y de una inmanencia que es susceptible de ser conocida; la tabula rasa con el pasado como condición de un conocimiento “claro y distinto”, arroja dos síntomas al interior del discurso cartesiano, por un lado el hombre tienen que llegar a la esencia de las cosas, acabando con todas las falsas representaciones y por el otro, el sujeto se hace consciente del tiempo –al pretender forjar un conocimiento, a partir de romper con toda tradición que impida conocer la verdad de las cosas-; él será uno de los primeros en explicar la existencia de Dios por vía de la razón, en sentido de que si el sujeto puede pensar la perfección -perfección que sólo se encuentra en Dios-, es porque le ha sido otorgada al hombre la razón, que si bien, no lo hace ser perfecto, le permite pensarla y poder aspirar a ella; lo anterior es resumido de manera muy elocuente con el “Pienso, luego existo”, en el que se centra el principio de significación racional en el hombre.
Modernidad política
En el cruce entre transcendencia e inmanencia teológicas es donde comienzan a surgir dos grandes polémicas, en primera instancia el problema de la visibilidad de la Iglesia y en segunda, la ingerencia y los límites del poder espiritual sobre el terrenal.
En 1913 Dante Aliguieri en su texto La monarquía, describe de manera muy sucinta el objetivo del gobierno de los hombres y las funciones que desempeña el representante de Dios en la tierra y los soberanos seculares.
Partiendo de una lógica fundamentalmente averroísta con influencia aristotélica, explica, que el único que goza de los dos fueros, a saber, el poder terrenal y divino es Dios; que el representante de Dios y encargado de la vida espiritual de los hombres es el descendiente de Pedro[7], al que le cede las llaves del Cielo y la salvaguardia de la Iglesia, que el encargado del poder terrenal es el Monarca o Emperador, por lo tanto el soberano de Roma, jamás podrá incidir en cuestiones temporales.
Es así como Dante afirma: “El fundamento de la Iglesia es cristo, el fundamento del Imperio, en cambio, es del derecho humano” […] “Toda jurisdicción es anterior a su juez; pues el juez está ordenado a la jurisdicción, y no al contrario; pero el Imperio es la jurisdicción que comprende en su ámbito toda la jurisdicción temporal; luego, la jurisdicción es anterior a su juez, que es el Emperador, porque el Emperador está ordenado a ella y no al contrario”.[8]
La construcción lógica por la que Dante llega a declarar que el poder divino y terreno no puede estar en las mismas manos que no sea en las de Dios, es un principio un tanto pedestre de una modernidad política -tal como lo ha mencionado Claude Lefort en la introducción a la versión francesa de la misma obra-, al sustentar de manera implícita el privilegio del poder secular sobre el gobierno temporal.
La paz terrenal como resultado de un soberano único e indivisible, es también propuesto por Dante; el medio más inmediato para alcanzar aquello a lo que se ordenan todas nuestras obras como su fin último, es la paz universal, la cual hemos de aceptar como principio de todas las razones[9], de tal manera que si el objetivo es la paz y somos concientes de los conflictos humanos, tendremos que acudir a una instancia inapelable de decisión política, necesariamente convendrá acudir a un juez primero y soberano por cuyo juicio se diriman todos los litigios, directa o indirectamente, y éste sería el Monarca o Emperador.[10]
El objetivo de Dante es dilucidar un modelo universal a instaurar en el mundo que sea garantía de la paz universal, es por eso que separa claramente las atribuciones del fuero temporal y el espiritual, al Papa compete, pues, dirigir al género humano hacia la vida eterna siguiendo las enseñanzas de la revelación, y al Emperador buscar que éste consiga la felicidad temporal guiado por los principios de la razón y de las leyes humanas.[11]
Todo el que busca el bien de la república persigue el fin del derecho; la otra, que el pueblo romano, al someter al orbe de la tierra, buscaba el bien, el privilegio que Dante le da al poder temporal en el gobierno de los hombres es fundamental para entender su posición política, “Anquises padre de Eneas le dice: Otros trabajarán con más delicadeza el bronce, así lo creo y le infundirán aliento de vida; del mármol sacarán rostros vivos, harán otros con la mayor perfección discursos en los juicios, y otros describirán con el compás los movimientos del cielo y predecirán la aparición de los astros. Tú, romano, acuérdate de gobernar con imperio los pueblos. Tus artes serán estas: imponer la costumbre de la paz, perdonar a los que se someten y destruir a los rebeldes”.[12]
Las circunstancias políticas de las ciudades-repúblicas italianas[13] en el trecento y el quattrocento fueron un campo fértil para que los ideales republicanos de libertad y participación cívica[14] se vieran realizados en el ideal del “hombre renacentista”[15], que en Hamlet de Shakespeare, se ven descritos por Ofelia, “sólo puede considerarse completa su educación cuando es posible decir que él que ha logrado combinar, la penetración del cortesano, la lengua del letrado y la espada del guerrero”[16], no sólo en Dante se vieron expuestos, en Marsilio de Padua encontramos desde la escolástica una versión muy acabada de la separación explícita del poder espiritual y temporal, y basado en el poder conciliar en la Iglesia, una noción de soberanía popular[17].
En el Defensor de la Paz[18], Marsilio de Padua, incluía una defensa inequívoca del conciliarismo[19], además de plantear dos afirmaciones heréticas que rara vez fueron repetidas por los posteriores y más moderados enemigos de la plenitudo potestatis del Papado. Una era la afirmación de que el Papa no era en realidad la cabeza de la Iglesia por derecho divino, por lo que su pretensión de ejercer una plenitud de poder sobre todo gobernante, comunidad o persona individual es inapropiada y errónea y va fuera, o mejor dicho, en contra de las divinas Escrituras y las demostraciones humanas […] La otra herejía –adoptado bastamente en el curso de la Reforma- fue su insistencia en que todo poder coactivo es secular por definición y, por lo tanto, que la idea del Papa como detentador de toda regla o juicio coactivo o jurisdicción sobre cualquier sacerdote o laico o cualquier individuo de cualquier condición no es más que un vicioso ultraje totalmente destructor de la paz del mundo.[20]
El conflicto contra la visibilidad e ingerencia del descendiente de Pedro no terminaría ahí, a finales del Renacimiento[21] llegaría la última estocada al poder Papal, desde las entrañas de la sabiduría teológica un agustino juzgaría la forma en la que se encontraba la profesión de la religión católica y así, de toda su realidad como estructura de poder temporal.
Martín Lutero, en 1517, en la víspera de todos los Santos, realiza su célebre acción de clavar sus 95 tesis en la puerta de la Catedral de Wittenberg, su revolucionaria posición se puede basar en los tres puntos siguientes: 1) la visibilidad de la Iglesia y el concepto luterano de Iglesia como congregatio fidelium, 2) la existencia del libre arbitrio como origen del pecado y con ello la justificación de la fe en Dios como salvador y, 3) su crítica a las indulgencias, dicho en otras palabras, el entendía su profesión religiosa fundamentalmente a la luz del Evangelio.
En De los Concilios y de la Iglesia (1539) Lutero insiste, “la verdadera Iglesia no tiene existencia real, salvo en los corazones de sus fieles seguidores” […] “la ecclesia como tan sólo un congregatio fidelium, también minimiza el carácter separado y sacramental del sacerdocio[22], en el Manifiesto de 1520 dirigido a la nobleza cristiana establece, “deseo abolir todas estas falsas dicotomías e insito en que todos los cristianos son verdaderamente el estado espiritual, ya que pertenecen a él no en virtud de su papel o rango en la sociedad, sino en virtud de su igual capacidad para la fe, que los hace a todos igualmente capaces de ser un pueblo espiritual y cristiano”[23]; en la Autoridad temporal: hasta que punto se le puede obedecer, de 1523, “el reino de la autoridad temporal es, ordenado por Dios, pero se le considera enteramente separado, ya que la espada se encuentra en los gobernantes seculares tan sólo para asegurar el mantenimiento de la paz civil entre los pecadores” […] “mientras que los poderes del Papa y de los obispos, sólo consisten, en inculcar la palabra de Dios, y por tanto, no son cuestión de autoridad y poder en el sentido mundano”.[24]
Es por eso que Skinner puede concluir siguiendo el argumento de Lutero, que si la Iglesia no es más que un congregatio fidelium, se sigue que las autoridades seculares son las únicas que tienen el derecho de ejercer todos los poderes de coacción, incluso poderes sobre la Iglesia […] Tal como lo expresa John Figgis[25], Lutero destruyo la metáfora de las dos espadas, en adelante no habría más que una, en manos de un príncipe bien aconsejado y cristiano[26]. Si no hubiese habido un Lutero, nunca habría podido haber un Luis XIV.[27]
El agustino concluye con el tema de la autoridad política, tomando un fragmento del texto de San Pablo, el capítulo XIII, Epístola a los Romanos, en el que se dice que debemos someternos a los poderes superiores y tratar a estas autoridades como si fueran ordenadas por Dios.[28]
La modernidad política comenzó a surgir al interior de las limitaciones explicativas de la Edad Media, en un principio se dio el viraje fundamentalmente en términos teológicos, pero en el siglo XVI, Nicolás Maquiavelo articula todas estas vías de escape en un postulado político, en el que pretende dejar de lado todo contenido teológico o moral, en la dedicatoria a Lorenzo de Médicis en El príncipe establece lo siguiente: “Aunque estimo mi obra indigna de Vuestra Magnificencia, abrigo, no obstante, la confianza de que bondadosamente la honraréis con una favorable acogida, si consideráis que no me era posible haceros un presente más precioso que el de un libro con el que os será fácil comprender en pocas horas lo que a mí no me ha sido dable comprender sino al cabo de muchos años, son suma fatiga y con grandísimos riesgos. No por ello he llenado mi exposición razonada de aquellas prolijas glosas con que se hace ostentación de ciencia, ni envuéltota en hinchada prosa, ni recurrido a los demás atractivos con que muchos autores gustan de engalanar lo que han de decir, porque he querido que no haya en ella otra pompa y otro adorno que la verdad de las cosas y la importancia de la materia”.[29]
El objetivo de Maquiavelo es hablar de la verdad de las cosas, de cómo sucede realmente la política y basado en ello, qué es lo que tiene que hacer un príncipe para ganar y mantener el poder; es así como podemos entender el concepto de virtù del autor, para significar cualquier cualidad que ayude al príncipe a conservar su Estado; esto introduce una desunión aguda y decisiva entre la virtù y las virtudes humanistas.[30] Precisamente, en la capacidad de adaptación a las diferentes circunstancias del príncipe radicará su éxito político, teniendo que contar con una moral, pero no en el uso tradicional de la misma.
[1] Blumenberg, Hans, La legitimación de la Edad Moderna, Valencia, Pre-Textos, 2008, p. 336.
[2] Nicolás de Cusa, De venatione sapientiae, XII, 32, citado en Blumenberg, Hans, op. cit., p. 483.
[3] Ibídem. pp. 482-483.
[4] Giordano Bruno muere en la hoguera el 17 de febrero de 1600, en el Campo di Fiore romano al rechazar el crucifijo, con este suceso se le considero el mártir supremo de la verdad.
[5] Ibídem. p. 550.
[6] Ibídem. pp. 554-555.
[7] "Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder de la Muerte no prevalecerá contra ella. Yo te daré las llaves del Reino de los Cielos. Todo lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo" (Mateo 16:18-19).
[8] Aliguieri, Dante, La monarquía, Madrid, Tecnos, 1992, pp. 109-110.
[9] Ibídem. p. 10.
[10] Ibídem. p. 18.
[11] Ibídem. p. XXX.
[12] Virgilio, Eneida, Libro II; en Aliguieri, Dante, op. cit. p. 62.
[13] La resistencia que sostuvieron en especial Florencia y en menor medida Venecia, contra las ingerencias del poder Papal en su vida política, alentó en gran medida los ideales de libertad política en ambas ciudades. Libertad entendida como Maquiavelo lo recoge de los humanistas del quattoccento, en sentido de independencia de toda agresión y tiranía exteriores. Así pues, equipara el momento en que los florentinos obtuvieron su libertad con el momento en que fueron capaces de arrebatar el poder de la ejecución judicial a manos ajenas; tomado de Skinner, Quentin, Los fundamentos del pensamiento político moderno, v. I, El Renacimiento, México, Fondo de Cultura Económica, 1993, pp. 182-183.
[14] Pico Della Mirandola, Giovanni, Discurso sobre la dignidad del hombre, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 2003.
[15] Elemento básico del cambio de época es la realización del hombre en la tierra, al paso a la modernidad.
[16] Skinner, Quentin, op. cit. p. 114.
[17] Los fundamentos de la teoría de la soberanía popular en la modernidad se tocarán en el segundo capítulo, pero es bueno precisar que en lo que se refiere a los orígenes del mismo, se pueden tomar a Jean Gerson y el poder último sobre cualquier societas perfecta debe permanecer en todo tiempo dentro del cuerpo de la comunidad misma; y también en Jacques Almain, en su Reconsideración, “el más alto poder público debe permanecer en todo momento dentro del cuerpo de la comunidad y, por lo tanto, que la condición del príncipe en relación con el regnum nunca puede ser superior a la de un funcionario” […] “no es posible que toda la comunidad se reúna regularmente, procede que delegue su jurisdicción a alguna persona o personas que sean capaces de reunirse con facilidad” […] “el poder que la comunidad tiene sobre su principe, es tal que es imposible renunciar a él” […] “Si una sociedad entrega sus poderes originales y absolutos, potencialmente entrega su capacidad de defenderse. Y ninguna comunidad puede hacer esto, concluye, así como nadie puede renunciar a su poder de conservar su vida”, sin dejar de lado toda la influencia conciliarista que se recoge desde el trecento y a Bartolo de Sassoferrato. Tomado de Skinner, Quentin, op. cit. p. 126.
[18] Es notable subrayar la idea de Defensor, porque será contrapuesta con la idea de Creador de la Paz del Leviatán, de Hobbes; lo que en el tercer apartado de este capítulo se expondrá con más detenimiento.
[19] El conflicto entre el Papa Julio II y Luis XII de Francia por la disolución de la Liga de Cambray, en 1510. Después de la victoria de Luis sobre los venecianos en el año anterior, Julio trató de desconocer la alianza que había formado con los franceses en 1588. Luis respondió prontamente, apelando, por encima de la cabeza del Papa, a un Concilio General de la Iglesia.
En mucho es apoyado Marsilio por Guillermo de Occam en sus Ocho preguntas sobre el poder del Papa, en el cual insiste en que el Papa no tiene la autoridad, de deponer al emperador si merece ser depuesto, “La respuesta depende de reconocer que el imperio constituye un cuerpo místico en que cada miembro tiene un derecho natural de proteger el bienestar del todo” […] “si la cabeza del imperio se vuelve un tirano, puede legalmente ser depuesto por quienes representan a las personas sometidas al Imperium romano”; tomado de Skinner, Quentin, , Los fundamentos del pensamiento político moderno, v. II, La Reforma, México, FCE, 1993, p. 135.
[20] Ibídem. p. 44.
[21] Los humanistas expresaron esta confianza (de que el periodo de las tinieblas había tocado a su fin en su propia época) en forma de dos metáforas […] Una de ellas señala la idea de un renacimiento, un retorno a la vida, un Renacimiento en el estudio de las artes y letras […] La otra metáfora favorita habla de presenciar la aurora, de ver el fin de las tinieblas y el retorno a la luz. En Skinner, Quentin, Los fundamentos del pensamiento político moderno, v. I, El Renacimiento, op. cit. p. 135.
[22] Skinner, Quentin, Los fundamentos del pensamiento político moderno, v. II La Reforma, op. cit. p. 17.
[23] Ibídem. p. 18.
[24] Ibídem. pp. 20-21.
[25] Figgis, John N., The Divine right of Kings, Cambridge, 1914.
[26] Skinner, Quentin, Los fundamentos del pensamiento político moderno, v. II La Reforma, op. cit. p. 21.
[27] Frase de John Figgis, en Skinner, Quentin, Los fundamentos del pensamiento político moderno, v. II La Reforma, op. cit. p. 119.
[28] Ibídem. p. 22.
[29] Maquiavelo, Nicolás, El príncipe, Bogotá, Panamericana Editorial, 2004, p. 18.
[30] Skinner, Quentin, Los fundamentos del pensamiento político moderno, v. I, El Renacimiento, op. cit. p. 163.
Wednesday, June 17, 2009
Un recuerdo
lo hago con un pequeño bajel me llaman corsario, y a ti, porque
lo haces con un gran ejército, te llaman emperador.
San Agustín, La ciudad de Dios.
La sucesión del poder se ha prestado a diferentes interpretaciones y problemáticas, causando desde conflictos político-sociales al interior de un país hasta revoluciones; es por eso que cobra gran importancia cómo es que se sucede el poder, indistintamente del régimen político de cada nación.
La importancia de este hecho radica en que al suceder el poder dos problemáticas emergen a la luz, por un lado quien será el sucesor y por el otro, sí el sucesor seguirá la dinámica mediante la que el antecesor se dirigía; aunado a que cuando llega el momento de la sucesión hay un lapso de tiempo en el que no hay propiamente un dirigente legitimado, ya que por un lado el que está ya va a concluir su periodo y todavía no se sabe quien llegará, lo que más se teme en estas circunstancias es que por una u otra vicisitud no se pueda llevar a cabo el proceso de selección de sucesor, lo anterior llevaría a un conflicto aún mayor y es que quedará acéfala la dirección ejecutiva de un Estado.
En el mismo sentido Adriano arguye: El imperio debe de pasar al más digno; bello es que un hombre que ha probado su competencia en el manejo de los negocios mundiales elija su reemplazante, y que una decisión de tan profundas consecuencias sea al mismo tiempo su último privilegio y su último servicio al Estado.[1]
He ahí la importancia de ceder el poder, el que lo reciba tendrá la obligación por un lado de responder a las leyes y a su pueblo, tomando en cuenta las virtudes y defectos de los gobiernos pasados, pero sobre todo le responderá a la historia como bien dijo el gran reformador griego Solón: y que me juzgue la naturaleza en el tribunal del tiempo[2]; privilegiando ante todo la estabilidad y paz de su comunidad.
La historia de Adriano trae consigo reflexiones de suma importancia, la situación del Imperio Romano en el siglo II y una cuestión que se encarga de dilucidar de la mejor manera Marguerite Yourcenar en sus Memorias de Adriano[3], que es la vida “privada” de un emperador romano.
Qué no darían mil reyes y emperadores por dejar un legado sobre las vivencias, vicisitudes y medios por los que lograron hacerse y sostenerse en el poder, más aún cuando este escrito se lo dejarán a su sucesor como una advertencia, un recuento y una manera de guiarse en el poder[4].
Todo está bien al salir de las manos del autor de las cosas: todo degenera entre las manos del hombre. Fuerza a una tierra a nutrir las producciones de otra; a un árbol a llevar los frutos de otro. Mezcla y confunde los climas, los elementos, las estaciones. Mutila a su perro, a su caballo, a su esclavo. Transforma todo, desfigura todo: ama la deformidad, los monstruos; no quiere nada tal como lo ha hecho la naturaleza, ni siquiera al hombre: necesita domarlo para él, como a un caballo de picadero; necesita deformarlo a su gusto, como a un árbol de su jardín.
Sin esto, todo iría aún peor, porque nuestra especie no quiere ser formada a medias. En el actual estado de las cosas, un hombre abandonado a sí mismo entre los otros desde su nacimiento sería el más desfigurado de todos. Los prejuicios, la autoridad, la necesidad, el ejemplo, todas las instituciones sociales en las que nos hallamos sumergidos, ahogarían en él la naturaleza y no pondrían nada en su lugar. Sería entonces como un arbolillo que el azar hace nacer en medio de un camino y que los transeúntes hacen perecer sacudiéndolo por todas partes y doblándolo en todos los sentidos.[5]
Como bien mencionara Rousseau en el Emilio todos los peligros y consecuencias de la propia condición humana, a pesar de que convivimos diario con la misma nos parece a veces tan ajena a nosotros; relata una guía político-filosófica sobre cómo conducirse en el mundo y una valoración interna de la existencia del hombre, similar a lo que haría un gobernante acerca del poder al dejar su legado.
De viva voz Adriano nos acerca a su sentir momentos antes de que Trajano escogiera sucesor, mientras él se encontraba en una expedición militar: Natura déficit, fortuna mutatur, deus omnia cernit[6], viejo y agotado Trajano se encontraba ante un gran dilema para escoger sucesor, engañado por infinidad de voces e intrigas, pero con una visión clara de cómo habría de ser el siguiente emperador romano; todo lo anterior mantenía preocupado a Adriano, se tranquilizaba un poco al saber que contaba con el apoyo de Plotina esposa de Trajano, justo antes de fallecer éste último hace vigente una decisión que tiempo atrás ya comenzaba a dejar ver y era su preferencia por Adriano, decisión que constataría en público su esposa debido a que no fue proclamado en público emperador por él.
La parte oriental del Imperio era de suma preocupación para Adriano, por lo que dedicó gran parte de su vida no sólo a pacificar esa zona, sino también a construir caminos, plazas y puentes.
Se enfocó en revitalizar la ex capital cultural del mundo, ya que Grecia se encontraba en condiciones deplorables, volvió a darle dinámica a esa gran polis, atrayendo con ello a los letrados del momento; demostrando así su gran afecto por la cultura helénica, el mismo en infinidad de cartas comenta su pretensión de acercarse día a día al ideal del filósofo-rey platónico.
Por lo tanto favoreció y promovió las artes, esculturas y letras de su tiempo[7], asumiendo con ello la gran falta de producción intelectual y la necesidad que el tenía de personas preparadas para pacificar y continuar la construcción de Roma, lamentándose el no contar con aquellos grandes arquitectos, letrados y escultores de otros tiempos.
Dicen en algunas ocasiones que los gobernantes se hacen de fetiches, siendo lugares, objetos o personas, éstos les permiten el tiempo de recreación necesario para paliar el tedio de los conflictos de Estado; Antinoo cumplió ese papel para Adriano, un joven vulgar y de baja condición, pero muy bello, llenó la vida del emperador; se encargó de enseñarle las artes y ciencias más cultivadas de su tiempo hasta su muerte poco tiempo después, de la que se asumen comentarios encontrados, puesto que la existencia del joven[8] predilecto estaba conflictuando la vida de Adriano con su esposa y con diferentes pretendientes al poder.
A su muerte Adriano decidió construirle una ciudad en su nombre justo donde había muerto a orillas del Nilo, llamada Antinoópolis o Antínoe.[9]
Tiempo después hubo que encarar uno de los conflictos más grandes a los que habría de enfrentarse el Emperador, una revuelta organizada por judíos en Israel amenazaba la estabilidad tan querida, decide someter con toda su fuerza dicha revuelta hasta lograrlo con un costo de noventa mil muertos, un peso muy fuerte en las finanzas romanas y sobre todo una salud personal que ya no le daba para mucho. Al finalizar el conflicto hubo que emprender la empresa de reconstruir de nuevo el poblado.
Al sentirse minada su salud por el gran desgaste que representan las grandes expediciones militares, comienza a pensar en su posible sucesor; muy a su pesar, ya que el era un gran amante de la juventud comenzando con la propia, Marguerite lo describe de joven de la siguiente manera: un ser embriagado de vida no prevé la muerte; ésta no existe y él la niega con cada gesto. Si la recibe será probablemente sin saberlo; para él no pasa de un choque o de un espasmo[10].
Las intrigas que comienzan a ceñirse en torno a él hacen más apremiante que encuentre a un sucesor, con dicho fin adopta a Lucio, pero éste muere al poco tiempo, dejando sin posible sucesor otra vez, su salud le complicaba aún más dicha tarea; termina optando por Antonino uno de los cuatro cónsules de Italia, es cuando comienza ahora si a preocuparse por cómo encarar la muerte.
En sus últimos meses intenta suicidarse más de una ocasión, sino es por que su médico y demás auxiliares lo evitan; para Adriano la muerte significaba un paso muy difícil y si lo daba quería hacerlo de una vez y por todas, en su lecho de muerte escribe un poema que deja muy en claro su visión:
Mínima alma mía,
Tierna y flotante,
Huésped y compañera de mi cuerpo,
Descenderás a esos pasajes pálidos,
Rígidos y desnudos,
Donde habrás de renunciar a los juego de antaño.
Sin duda los personajes que han gozado de tanto poder en vida llegan a momentos a creer tener la omnipotencia hasta para encarar a la muerte, pero es lo único que nos confirma como humanos a todos por igual.
Todavía un instante miremos juntos las riberas familiares…
Tratemos de entrar en la muerte con los ojos abiertos…[11]
[1] Maguerite Yourcenar, Memorias de Adriano, ed. Planeta, México, 1985; pág. 224.
[2] Compilación de textos políticos helénicos, ed. Gredos.
[3] Escrito en el que ella describe la vida del Emperador con un fundamento histórico impecable y toques de un fino relato novelesco, justificando con ello el por qué de enunciarle a su libro de tal manera, para lo que ella responde que su objetivo principal era hacer hablar al propio Adriano de su vida, así cobraría mayor vivacidad el texto, a todo esto nos viene una pregunta muy elemental ¿por qué no enunciarle el diario de Adriano? Sencillo, los líderes políticos pocas veces tienen tiempo de ir escribiendo su historia tal cual se va dando, es por eso que en su vejez es cuando aprovechan para hacer un recuento de su historia, al ser un recuerdo el motor de su escrito en ciertos momentos se torna netamente literario con tintes ficticios o poco veraces, sin reducir en ningún momento su valía histórica.
[4] A momentos entraré en la dinámica propia del escrito en el sentido de que es un legado a un sucesor en el poder y a otros momentos una crítica histórica, así que no llega a haber confusión entre el ejercicio literario de la escritora y la realidad histórica.
[5] Jean Jacques Rousseau, Emilio, ed. Alianza.
[6] La naturaleza nos traiciona, la fortuna cambia y un dios mira las cosas desde lo alto.
[7] Por ej. construyendo la Villa Adriana, hoy llamado Castillo Sant’Angelo.
[8] En su tumba graba lo siguiente: “Y el reconocerá el camino… y los guardianes del umbral lo dejarán pasar… y él irá y vendrá en torno de aquellos que lo aman durante millones de días”
[9] Éste personaje ha causado mucha polémica a lo largo de la historia, no pretendo entrar en detalles baste ejemplificar con un poema de Oscar Wilde: Háblame de aquel verde y oloroso atardeces, cuando tendida junto a la ribera/ Escuchaste la risa de Antinoo desde la barca dorada de Adriano/ Y cómo lamiste la corriente calmando tu sed y contemplaste con ardor y avidez/ El cuerpo de marfil de aquel joven y singular esclavo, con una granada en los labios! Poema denominado La Esfinge.
[10] Marguerite Yourcenar, Memorias de Adriano, ed. Planeta, México, 1985; pág. 50.
[11] Ibíd. Pág. 259.
Tuesday, June 2, 2009
Una rebelión más sensata
Ya sea que uno afirme primero la infalibilidad y luego deduzca de ella a soberanía, ya sea que proponga en primer lugar la soberanía y haga derivar de ella la infalibilidad, uno está siempre obligado a reconocer y sancionar un poder absoluto.
Frnacois Guizot
En el proceso de inteligibilidad de lo social, nos hemos encontrado con la creación de nuevos conceptos y la caducidad de otros, tal parece que el progreso en las ciencias sociales está atado a las circunstancias del lenguaje; como bien apuntaba Claude Lèvi Strauss: Las ciencias sociales deben, en efecto, compartir las limitaciones de la lingüística, pero pueden también sacar provecho de sus progresos.[1]
La complejidad que nos presenta la actualidad ha hecho que el concepto de pueblo no sea lo suficientemente capaz de asir la realidad, permitiendo el regreso del de multitud de Spinoza, el cual indica una pluralidad que persiste como tal en la escena pública, en la acción colectiva, sin converger en Uno, sin desvanecerse en un movimiento centrípeto, siendo así el fundamento de las libertades civiles.[2]
La permanencia de la pluralidad al interior del Estado, pone en peligro la unidad política que se necesita para el monopolio de la decisión política, es por eso que Hobbes detestaba el término, puesto que el veía en la unidad política la materia primordial para el control político necesario; el pueblo será la expresión de la voluntad general y por ello, la centralidad de la decisión política, el mismo los compara de la siguiente manera: el pueblo es algo que tiene que ver con lo uno, tiene una voluntad única y por ende se le puede atribuir una voluntad única, por el contrario, la multitud es inherente al estado de naturaleza, aquello que precede a la institución del cuerpo político.[3]
Paolo Virno radicaliza la postura de la multitud en contraposición a la del pueblo por lo que llega a pervertir el concepto para explicar la realidad actual, lo que planteaba Hobbes era la necesidad de centralizar la decisión política en el siglo XVII (la creación del Estado-nación) y la vía más adecuada era con la formación del contrato social, éste permitiría unificar las expresiones individuales logrando así la existencia del Estado; pero como bien sabemos el pueblo nunca asumió la homogeneidad total de sus diferencias.
Es decir, la multitud en la actualidad es una regurgitación del estado de naturaleza en la sociedad civil; Virno erra al asumir que sólo puede existir la multitud o el pueblo, le imprime un valor explicativo a la multitud con el fin de que permita la intelección de la pluralidad actual de lo social, asegurando que ésta sólo se une con un afán netamente pragmático para después regresar a su respectiva forma; el Estado se forma por medio del contrato social-pueblo-voluntad general si se rompe la construcción lógica que da vida al Estado, deja de existir.
El pensamiento liberal logró sanar esa complicación pueblo vs multitud, domesticando a la última con el recurso al par público-privado.
Al romperse la identidad al interior del pueblo lo que resta es la angustia y la intranquilidad existencial se deja entrever, la angustia se dará por la simple y pura exposición al mundo, fuera de la comunidad el peligro es impredecible constante, la contraparte del miedo es la seguridad que la comunidad puede garantizar.
El concepto de pueblo, aún con sus diversas variaciones históricas, está asociado al doble filo de la neta separación entre un adentro habitual y un afuera ignoto y hostil, el concepto de multitud está encadenado al derrumbe de tal separación.[4]
La relación miedo/angustia, reparo relativo/absoluto[5] ha sido desprovista de fundamento por lo siguiente:
1) Ya no se puede hablar de comunidades sustanciales, los individuos están habituados al cambio continuo, permanente transformación de las formas de vida.
2) Miedo/sentimiento público, angustia/personal[6], ahora todas las formas de vida experimentan ese no sentirse en propia casa (Heidegger), origen de la angustia. El pueblo es uno porque la comunidad sustancial coopera para atenuar o sedar los miedos que provienen de peligros circunscritos. La multitud se mancomuna, por el riesgo que deriva el no sentirse en propia casa, de la exposición absoluta al mundo.
3) Temor/reparo, mentira la idea de primero sentir el temor y después buscar repararlo. Mientras buscamos el modo de orientarnos y así salvaguardar nuestras vidas, avistamos también las diversas formas de peligro.
He aquí una problemática rica que reabre la puerta a preguntas como ¿quiénes somos?, ¿a dónde vamos?, etc. La vida del ser humano es una tarea angustiosa, centrada en el hecho de que no cuenta con un lugar prefijado, es por eso que se ata a diferentes identidades para mitigar la desorientación.
La cotidianeidad del hombre es separada según Aristóteles en dos ámbitos, en lugares generales (topoi koinoi) y lugares especiales (topoi idioi), el primero será el lugar común existente entre el docto o el vulgar, son todas las construcciones discursivas elementales de la vida, el segundo, son los lugares específicos propios de determinada profesión, nación o religión, entre otros.
El par extranjero/pensador nos ayudará a dilucidar la manera en que se disuelven los lugares especiales dando pie a una mayor visibilidad de los lugares generales; el extranjero al no sentirse en propia casa adquiere la posición misma de pensador, por lo que los extranjeros adquieren el estatuto de pensadores.
Sin los pensadores y los extranjeros están colocados en la misma posición, el intelecto también perderá su noción de particular y segregado, conformando la idea del intelecto general[7], simplemente es la publicidad el intelecto que se articula en la esfera pública. Libertad el lenguaje y abolición del trabajo sometido a un patrón son hoy sinónimos.
Intelecto general opuesto a la tradición de que el pensamiento es una actividad apartada y solitaria, ya que ambos, vulgares e ilustrados recurren a los lugares comunes por afán de resguardo, es así como el intelecto general se sustenta.
Ahora el centro de identidad al que recurrirán todos será el lenguaje, como principal articulador social, esto supone una contradicción muy importante, por un lado otorga mayor libertad al pensar lo social, pero por el otro hace algo muy similar a lo que hizo Althusser con la sobredeterminación en última instancia, ya que nos quita el peso de pensar a la sociedad atados a alguna identidad o construcción conceptual trascendental, pero de último nos entrega otra igual.
El general intellect exige una acción virtuosa (una acción política), justamente porque una parte suya no se vuelca en el sistema de máquinas sino se manifiesta en la actividad directa, del trabajo vivo, en su cooperación lingüística.[8]
Hubo una destrucción de las barreras que dividían al trabajo (poiesis), acción política (praxis) y la vida de la mente (pensamiento). El intelecto en el modo de producción capitalista esta unido al trabajo[9], lo cual inhibe una acción política basada en el general intellect. ¿Cómo concebir la acción política basada en el intelecto general?:
1) La desobediencia civil es la forma básica de acción política de la multitud, pone en cuestión la misma facultad de mando del Estado, o sea que no se ciñe a sus reglas o mecanismos de interlocución.
2) El éxodo, es una fuga total, siendo la posición más radical de cualquier acción colectiva, es afrontar el problema con una alternativa no prevista, lo único que podemos perder son las cadenas.
Éste tipo de acciones propuestas por Virno llegan a ser falaces, la forma de acabar con el capitalismo como diría Negri no es la revolución, puesto que lo reproducimos día a día, en cada una de nuestras labores cotidianas, la idea será no pretender atacarlo desde sus flaquezas, sino radicalizar en sus fortalezas, buscando mayor igualdad económica.
[1] Claude Lèvi Strauss, El análisis estructural en la lingüística y en la antropología, en World Journal of Linguistic, Circle of New York vol. 1, núm. 2, pp. 1-21, 1945, New York.
[2] Spinoza, Tratado político (1677), Madrid, Alianza Editorial, 1986.
[3] Hobbes, Del ciudadano, Madrid, Tecnos, 1987.
[4] Virno, Paolo, Gramática de la multitud, para un análisis de las formas de vida contemporáneas, primera edición diciembre del 2003, Madrid, ed. Traficantes de sueños. p. 31.
[5] La dialéctica entre temor y reparo está en el centro de la analítica de lo sublime de Kant, en la Crítica del juicio: Cuando observo un terrible alud desde un lugar resguardado me invade un placentero sentimiento de seguridad que se mezcla, no obstante, con la percepción aguda de mi indefensión. Sublime es éste sentimiento doble, parcialmente contradictorio.
[6] Lo que irrumpe de manera más dramática en el individuo es la fusión entre miedo y angustia, lo que llamaremos perturbación ominosa.
[7] Concepto utilizado por Marx, con el fin de explicar que el conocimiento también se convirtió en una parte fundamental de la producción en el capitalismo, siendo el principal motor de innovación y simplificación del trabajo.
[8] Virno, Paolo, Gramática de la multitud, p. 67.
[9] Es por eso que se afirma que el trabajo esta despolitizado, ya hay tanta política en el mismo trabajo asalariado que no se le puede inducir aún más.